martes, 3 de mayo de 2016

Lo esencial es invisible a los ojos…


La mirada superficial que a veces tenemos ante la realidad impide captar realidades profundas que pasan “inadvertidas y que son fundamentales en la vida de las personas. En uno de sus escritos Antoine de Saint Exupéry daba el siguiente consejo: «He aquí mi secreto. Es muy simple: no se ve bien sino con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos… Los hombres han olvidado esta verdad» (El Principito).”


La mirada superficial que a veces tenemos ante la realidad impide captar realidades profundas que pasan inadvertidas y que son fundamentales en la vida de las personas. En uno de sus escritos Antoine de Saint Exupéry daba el siguiente consejo: «He aquí mi secreto. Es muy simple: no se ve bien sino con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos… Los hombres han olvidado esta verdad» (El Principito).

Para lograr esto se requiere educar nuestro interior, liberándolo de egoísmos, y así poder captar las necesidades de los demás. En ocasiones los miembros de la empresa ni siquiera saben lo que otros viven, sus anhelos y expectativas personales. Esta realidad es expresada con claridad por uno de los trabajadores: “Tratamos de hacer un grupo de trabajo, pero nos dicen que no vamos a hacer amigos, solo les interesa nuestros resultados”. Parecería que dedicarse a abordar o atender ciertos temas trascendentes fuera una pérdida de tiempo creando una falsa oposición entre las necesidades de la empresa y las expectativas personales.

“No hay peor ciego que aquel que no quiere ver”. La soberbia y prepotencia nos hacen insensibles a las realidades de las otras personas. Existen ciertos jefes que se creen “dueños de la verdad” y juzgan a las personas según sus propios prejuicios. Es frecuente caer en “etiquetajes” de diversos tipos calificando al trabajador como incapaz, irresponsable, o cualquier otra categoría que reduce al trabajador a un defecto o limitación sin ver sus potencialidades.

Un ciego no puede guiar a otro ciego. Abramos los ojos del corazón desterrando todas aquellas actitudes que obnubilan nuestro entendimiento para realmente poder guiar a otras personas de manera eficaz. Es necesario reconocer con humildad y reverencia que cada persona es un misterio ante el cual debemos dejarnos maravillar por la infinita dignidad que poseen al ser imagen y semejanza de Dios.

Conscientes de que somos personas en búsqueda de lo trascendente podremos iluminar todos nuestros actos, sintonizando con nuestro interior y tener así una mirada profunda a la realidad y las personas que nos acompañan en el caminar.

Carlos Muñoz Gallardo

Artículo originalmente publicado por Centro de Estudios Católicos.

Fuente:  http://es.aleteia.org/2015/05/03/lo-esencial-es-invisible-a-los-ojos/

domingo, 1 de mayo de 2016

¡FELIZ DÍA DE TRABAJADOR!


Trabajar por amor

¿Para qué trabajamos? ¿sólo para subsistir? ¿para llevar adelante una vida sin problemas? La ocupación profesional tiene una relación directa con la felicidad, cuando nace y se ordena al amor, como se explica en este artículo.
El hombre no debe limitarse a hacer cosas, a construir objetos. El trabajo nace del amor, manifiesta el amor, se ordena al amor [1] . Al leer estas palabras de san Josemaría, es posible que dentro de nuestras almas surjan algunas preguntas que den paso a un diálogo sincero con Dios: ¿para qué trabajo?, ¿cómo es mi trabajo?, ¿qué pretendo o qué busco con mi labor profesional? Es la hora de recordar que el fin de nuestra vida no es hacer cosas sino amar a Dios. La santidad no consiste en hacer cosas cada día más difíciles, sino en hacerlas cada día con más amor [2] .
Mucha gente trabaja —y trabaja mucho—, pero no santifica su trabajo. Hacen cosas, construyen objetos, buscan resultados, por sentido del deber, por ganar dinero, o por ambición; unas veces triunfan y otras fracasan; se alegran o se entristecen; sienten interés y pasión por su tarea, o bien, decepción y hastío; tienen satisfacciones junto con inquietudes, temores y preocupaciones; unos se dejan llevar por la inclinación a la actividad, otros por la pereza; unos se cansan, otros procuran evitar a toda costa el cansancio...
Todo esto tiene un punto en común: pertenece a un mismo plano, el plano de la naturaleza humana herida por las consecuencias del pecado, con sus conflictos y contrastes, como un laberinto en el que el hombre que vive según la carne , en palabras de san Pablo — el animalis homo —, deambula, atrapado en un ir de aquí para allá, sin encontrar el camino de la libertad y su sentido.
Ese camino y ese sentido sólo se descubren cuando se levanta la mirada y se contempla la vida y el trabajo en esta tierra con la luz de Dios que ve desde de lo alto. La gente —escribe san Josemaría en Camino — tiene una visión plana, pegada a la tierra, de dos dimensiones. —Cuando vivas vida sobrenatural obtendrás de Dios la tercera dimensión: la altura, y, con ella, el relieve, el peso y el volumen [3] .
EL TRABAJO NACE DEL AMOR
¿Qué significa entonces, para un cristiano, que el trabajo nace del amor, manifiesta el amor, se ordena al amor? [4] . Primero conviene considerar a qué amor se refiere san Josemaría. Hay un amor llamado de concupiscencia , cuando se ama algo para satisfacer el propio gusto sensible o el deseo de placer ( concupiscentia ). No es éste el amor del que nace, en último término, el trabajo de un hijo de Dios, aunque muchas veces trabaje con gusto y le apasione su tarea profesional.
Un cristiano no ha de trabajar solo o principalmente cuando tenga ganas, o le vayan las cosas bien. El trabajo de un cristiano nace de otro amor más alto: elamor de benevolencia , cuando directamente se quiere el bien de otra persona ( benevolentia ), no ya el propio interés. Si el amor de benevolencia es mutuo se llama amor de amistad [5] , mayor cuanto se está dispuesto no sólo a dar algo por el bien de un amigo, sino a entregarse uno mismo: Nadie tiene amor más grande que el de dar uno la vida por sus amigos [6] .
Los cristianos podemos amar a Dios con amor de amistad sobrenatural, porque Él nos ha hecho hijos suyos y quiere que le tratemos con confianza filial, y veamos en los demás hijos suyos a hermanos nuestros. A este amor se refiere el Fundador del Opus Dei cuando escribe que el trabajo nace del amor : es el amor de los hijos de Dios, el amor sobrenatural a Dios y a los demás por Dios: la caridad que ha sido derramada en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado [7] .
Foto: UGL_UIUCFoto: UGL_UIUC
Querer el bien de una persona no lleva a complacer siempre su voluntad. Puede ocurrir que lo que quiere no sea un bien, como sucede muy a menudo a las madres, que no dan a sus hijos todo lo que piden, si les puede hacer daño. En cambio, amar a Dios es siempre querer su Voluntad, porque la Voluntad de Dios es el bien.
Por eso, para un cristiano, el trabajo nace del amor a Dios, ya que el amor filial nos lleva a querer cumplir su Voluntad, y la Voluntad divina es que trabajemos [8] . Decía san Josemaría que por amor a Dios quería trabajar como un borrico de noria [9] . Y Dios ha bendecido su generosidad derramando copiosamente su gracia que ha dado innumerables frutos de santidad en todo el mundo.
Vale la pena, por tanto, que nos preguntemos con frecuencia por qué trabajamos. ¿Por amor a Dios o por amor propio? Puede parecer que existen otras posibilidades, por ejemplo, que se puede trabajar por necesidad. Esto indica no ir al fondo en el examen, porque la necesidad no es la respuesta última.
También hay que alimentarse por necesidad, para vivir, pero ¿para qué queremos vivir, para la gloria de Dios , como exhorta san Pablo [10] , o para la propia gloria? Pues para eso mismo nos alimentamos y trabajamos. Es la pregunta radical, la que llega al fundamento. No hay más alternativas. Quien se examina sinceramente, pidiendo luces a Dios, descubre con claridad dónde tiene puesto en último término su corazón al realizar las tareas profesionales. Y el Señor le concederá también su gracia para decidirse a purificarlo y dar todo el fruto de amor que Él espera de los talentos que le ha confiado.
EL TRABAJO MANIFIESTA EL AMOR
El trabajo de un cristiano manifiesta el amor, no sólo porque el amor a Dios lleva a trabajar, como hemos considerado, sino porque lleva a trabajar bien, pues así lo quiere Dios. El trabajo humano es, en efecto, participación de su obra creadora [11] , y Él —que ha creado todo por Amor— ha querido que sus obras fueran perfectas: Dei perfecta sunt opera [12] , y que nosotros imitemos su modo de obrar.
Modelo perfecto del trabajo humano es el trabajo de Cristo, de quien dice el Evangelio que todo lo hizo bien [13] . Estas palabras de alabanza, que brotaban espontáneas al contemplar sus milagros, obrados en virtud de su divinidad, pueden aplicarse también —así lo hace san Josemaría— al trabajo en el taller de Nazaret, realizado en virtud de su humanidad. Era un trabajo cumplido por Amor al Padre y a nosotros. Un trabajo que manifestaba ese Amor por la perfección con que estaba hecho. No sólo perfección técnica sino fundamentalmente perfección humana: perfección de todas las virtudes que el amor logra poner en ejercicio dándoles un tono inconfundible: el tono de la felicidad de un corazón lleno de Amor que arde con el deseo de entregar la vida.
Foto: IanBCNorthFoto: IanBCNorth
La tarea profesional de un cristiano manifiesta el amor a Dios cuando está bien hecha. No significa que el resultado salga bien, sino que se ha intentado hacer del mejor modo posible, poniendo los medios disponibles en las circunstancias concretas.
Entre el trabajo de una persona que obra por amor propio, y el de esa misma persona, si comienza a trabajar por amor a Dios y a los demás por Dios, hay tanta diferencia como entre el sacrificio de Caín y el de Abel. Éste último trabajó para ofrecer lo mejor a Dios, y su ofrenda fue agradable al Cielo. De nosotros espera otro tanto el Señor.
Para un católico, trabajar no es cumplir, ¡es amar!: excederse gustosamente, y siempre, en el deber y en el sacrificio
[14] Realizad pues vuestro trabajo sabiendo que Dios lo contempla:laborem manuum mearum respexit Deus Gn 31, 42). Ha de ser la nuestra, por tanto, tarea santa y digna de Él: no sólo acabada hasta el detalle, sino llevada a cabo con rectitud moral, con hombría de bien, con nobleza, con lealtad, con justicia [15] Entonces, el trabajo profesional no solo es recto y santo sino que se convierte en oración [16] .
Al trabajar por amor a Dios, la actividad profesional manifiesta de un modo u otro ese amor. Es muy probable que una simple mirada a varias personas que estén realizando la misma actividad, no sea suficiente para captar el motivo por el que la realizan. Pero si se pudiera observar con más detalle y atención el conjunto de la conducta en el trabajo —no sólo los aspectos técnicos, sino también las relaciones humanas con los demás colegas, el espíritu de servicio, el modo de vivir la lealtad, la alegría y las demás virtudes—, sería difícil que pasara inadvertido, si efectivamente existe en alguno de ellos, el bonus odor Christi [17] el aroma del amor de Cristo que informa su trabajo.
Al final de los tiempos —enseña Jesús— dos estarán en el campo: uno será tomado y el otro dejado. Dos mujeres estarán moliendo en el molino: una será tomada y la otra dejada [18] . Realizaban el mismo trabajo, pero no del mismo modo: uno era agradable a Dios y el otro no.
Foto: WSDOTFoto: WSDOT
Sin embargo, muchas veces el entorno materialista nos puede hacer olvidar que estamos llamados a la vida eterna y pensamos únicamente en los bienes inmediatos. Por este motivo afirma san Josemaría: trabajad cara a Dios, sin ambicionar gloria humana. Algunos ven en el trabajo un medio para conquistar honores, o para adquirir poder o riqueza que satisfaga su ambición personal, o para sentir el orgullo de la propia capacidad de obrar [19] .
En un clima así, ¿cómo no se va a notar que se trabaja por amor a Dios? ¿Cómo va a pasar inadvertida la justicia informada por la caridad, y no simplemente la justicia dura y seca; o la honradez ante Dios, no ya la honradez interesada, ante los hombres; o la ayuda, el favor, el servicio a los demás, por amor a Dios, no por cálculo...?
Si el trabajo no manifiesta el amor a Dios, quizá es que se está apagando el fuego del amor. Si no se nota el calor, si después de un cierto tiempo de trato diario con los colegas de profesión, no saben si tienen a su lado un cristiano cabal o solo un hombre decente y cumplidor, entonces quizá es que la sal se ha vuelto insípida [20] . El amor a Dios no necesita etiquetas para darse a conocer. Es contagioso, es difusivo de por sí como el mayor de los bienes. ¿Manifiesta mi trabajo el amor a Dios? ¡Cuánta oración puede manar de esta pregunta!
EL TRABAJO SE ORDENA AL AMOR
Un trabajo realizado por amor y con amor, es un trabajo que se ordena al amor: al crecimiento del amor en quien lo realiza, al crecimiento de la caridad, esencia de la santidad, esencia de la perfección humana y sobrenatural de un hijo de Dios. Un trabajo, por tanto, que nos santifica.
Santificarse en el trabajo no es otra cosa que dejarse santificar por el Espíritu Santo, Amor subsistente intratrinitario que habita en nuestra alma en gracia, y nos infunde la caridad. Es cooperar con Él poniendo en práctica el amor que derrama en nuestros corazones al ejercer la tarea profesional. Porque si somos dóciles a su acción, si obramos por amor en el trabajo, el Paráclito nos santifica: acrecienta la caridad, la capacidad de amar y de tener una vida contemplativa cada vez más honda y continua.
Que el trabajo se ordena al amor, y por tanto a nuestra santificación, significa igualmente que nos perfecciona: que se ordena a nuestra identificación con Cristo, perfectus Deus, perfectus homo [21] ,perfecto Dios y perfecto hombre. Trabajar por amor a Dios y a los demás por Dios reclama poner en ejercicio las virtudes cristianas. Ante todo la fe y la esperanza, a las que la caridad presupone y vivifica. Y después las virtudes humanas, a través de las cuales obra y se despliega la caridad. La tarea profesional ha de ser una palestra donde se ejercitan las más variadas virtudes humanas y sobrenaturales: la laboriosidad, el orden, el aprovechamiento del tiempo, la fortaleza para rematar la faena, el cuidado de las cosas pequeñas...; y tantos detalles de atención a los demás, que son manifestaciones de una caridad sincera y delicada [22] . La práctica de las virtudes humanas es imprescindible para ser contemplativos en medio del mundo, y concretamente para transformar el trabajo profesional en oración y ofrenda agradable a Dios, medio y ocasión de vida contemplativa.
Foto: Novartis AGFoto: Novartis AG
Contemplo porque trabajo; y trabajo porque contemplo [23] , comentaba san Josemaría en una ocasión. El amor y el conocimiento de Dios —la contemplación— le llevaban a trabajar, y por eso afirma: trabajo porque contemplo . Y ese trabajo se convertía en medio de santificación y de contemplación: contemplo porque trabajo .
Es como un movimiento circular —de la contemplación al trabajo, y del trabajo a la contemplación— que se va estrechando cada vez más en torno a su centro, Cristo, que nos atrae hacia sí atrayendo con nosotros todas las cosas, para que por Él, con Él y en Él sea dado todo honor y toda gloria a Dios Padre en la unidad del Espíritu Santo [24] .
La realidad de que el trabajo de un hijo de Dios se ordena al amor y por eso le santifica, es el motivo profundo de que no se pueda hablar, bajo la perspectiva de la santidad —que en definitiva es la que cuenta—, de profesiones de mayor o de menor categoría.
La dignidad del trabajo está fundada en el Amor [25] Todos los trabajos pueden tener la misma calidad sobrenatural: no hay tareas grandes o pequeñas; todas son grandes, si se hacen por amor. Las que se tienen como tareas grandes se empequeñecen, cuando se pierde el sentido cristiano de la vida [26] .
Si falta la caridad, el trabajo pierde su valor ante Dios, por brillante que resulte ante los hombres. Aunque conociera todos los misterios y toda la ciencia,... si no tengo caridad, nada soy [27] , escribe san Pablo. Lo que importa es el empeño para hacer a lo divino las cosas humanas, grandes o pequeñas, porque por el Amor todas adquieren una nueva dimensión[28] J. López [1] San Josemaría, Es Cristo que pasa , n. 48.
[2] San Josemaría, Apuntes de la predicación (AGP, P10, n. 25), cit. por Ernst Burkhart y Javier López, Vida Cotidiana y santidad en la enseñanza de san Josemaría , Rialp, Madrid 2013, vol. II, p. 295.
[3] San Josemaría, Camino , n. 279.
[4] San Josemaría, Es Cristo que pasa , n. 48.
[5] Cfr. Santo Tomás , S.Th II-II, q. 23, a. 1, c.
[6] Jn 15, 13.
[7] Rm 5, 5.
[8] Cfr. Gn 2, 15; 3, 23; Mc 6, 3; 2 Ts 3, 6-12.
[9] Cfr. San Josemaría, Camino, n. 998.
[10] Cfr. 1 Cor 10, 31.
[11] Juan Pablo II, Litt. Enc. Laborem exercens , 14-IX-1981, n. 25; Catecismo de la Iglesia Católica , n. 2460.
[12] Dt 32, 4 (Vg). Cfr. Gn 1, 10, 12, 18, 21, 25, 31. Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica , n. 302.
[13] Mc 7, 37.
[14] San Josemaría, Surco , n. 527.
[15] San Josemaría, Carta 15-X-1948, n. 26, cit. por Ernst Burkhart y Javier López, Vida Cotidiana y santidad en la enseñanza de san Josemaría , Rialp, Madrid 2013, vol. III, p. 183.
[16] Cfr. San Josemaría, migos de Dios , n. 65.
[17] 2 Cor 2, 15.
[18] Mt 24, 40-41.
[19] San Josemaría, Carta 15-X-1948, n. 18, cit. por Ernst Burkhart y Javier López, Vida Cotidiana y santidad en la enseñanza de san Josemaría , Rialp, Madrid 2013, vol. III, pp. 193-194.
[20] Cfr. Mt 5, 13.
[21] Símbolo atanasiano.
[22] Mons. Javier Echevarría, Carta pastoral, 4-VII-2002, n. 13.
[23] San Josemaría, Apuntes de la predicación, 2-XI-1964 (AGP, P01 IX-1967, p. 11), cit. por Ernst Burkhart y Javier López, Vida Cotidiana y santidad en la enseñanza de san Josemaría , Rialp, Madrid 2013, vol. III, p 197.
[24] Misal Romano , conclusión de la Plegaria Eucarística.
[25] San Josemaría, Es Cristo que pasa , n. 48.
[26] San Josemaría, Conversaciones , n. 109.
[27] 1 Cor 13, 2.
[28] San Josemaría, Es Cristo que pasa , n. 60.

Fuente:  http://opusdei.es/es-es/article/trabajar-por-amor/

domingo, 3 de abril de 2016

Historia de una sonrisa

Historia de una sonrisa.

Varios amigos le convencieron para que se dejara grabar una entrevista, pero el rápido desenlace de la enfermedad truncó el proyecto completo. Y es que los amigos de Álvaro, que falleció en abril a causa de un sarcoma de Ewing, admiraban su entereza y alegría.

Álvaro Marín Porgueres nació en Valladolid el 29 de junio de 1974. Era el quinto de seis hermanos. Cuando tenía 12 años le diagnosticaron un sarcoma de Ewing, contra el que luchó hasta el final de su vida. Sus padres le educaron cristianamente y en 1994 pidió la admisión como supernumerario del Opus Dei. En 2001 se casó con María. Su padre falleció en julio de 2011, a consecuencia de un cáncer. Su ejemplo fue de gran ayuda para Álvaro, que falleció el 2 de abril de 2012, bajo la mirada de una imagen de la Virgen Macarena, de la que había sido muy devoto.
Al poco tiempo, su hermano Javier, sacerdote, escribió este artículo.
La primera idea es que, echando la vista atrás, hemos experimentado la verdad de que cuando las almas se dejan manejar por Dios, Él las va preparando y, en el mejor momento, cuando están mejor preparadas, las llama a su encuentro definitivo. Álvaro, era comentario común entre todos los hermanos, se ha ido metiendo más en Dios en estos últimos meses. Desde diciembre empezó a tener muchos más problemas, ingresos en Pamplona, de urgencia en Valladolid, tratamientos… Por la vía de los hechos veía y asumía que, no sólo no se recuperaba tan bien como antes, sino que estaba cada día peor. Iba perdiendo movilidad, capacidad para andar… en las últimas semanas tuvo tres pérdidas de conocimiento; la tercera ya estando por última vez ingresado en la Clínica. La metástasis se le había ido a la cabeza, le tocaba también un nervio y eso le producía muchos dolores, en concreto en el brazo derecho que, aunque podía moverlo, no podía utilizarlo: había perdido toda la fuerza en ese brazo y eran muchos los dolores que tenía cuando se le tocaba.
Álvaro, con sus enfermerasÁlvaro, con sus enfermeras

El martes 27 de marzo el médico anunció a mi madre y a mi hermana que no se podía hacer nada más. Puchi entró en la habitación. Álvaro le preguntó enseguida: ¿qué más ha dicho el médico? Y fue ella la que tuve que decirle que no se podía hacer más. Entonces, ¿no queda más que esperar? Fue su única respuesta. Y así, con esa tranquilidad.... Estaba con mi madre, con mi hermana Puchi y con Toché. Por la tarde fuimos llegando el resto de los hermanos y su mujer; no sin cierto riesgo como puede contar Conchita, puesto que nuestro afán era poder ver a Álvaro, despedirnos de él: su situación el martes por la tarde había empeorado mucho y temíamos que no llegáramos a verle. Gracias a Dios, y a la oración de tanta gente, llegamos todos bien. Álvaro quiso esperarnos para recibir la Unción de enfermos con todos nosotros. Quería trasmitirnos tranquilidad, felicidad, serenidad: quiso que se encendieran todas las luces de la habitación, aunque le molestaban un poco; no quería causar pena, estaba contento de poder recibir la gracia de Dios que le preparaba para su encuentro definitivo.
Después pasó dos días muy malos: dolores, no podía dormir… El jueves a mediodía su médico le indicó que le iba a dar una medicación para que durmiera: necesitaba descansar y al día siguiente iba a estar mucho mejor. Yo estoy convencido que Álvaro sabía perfectamente que ya no se iba a despertar. Esa misma mañana había estado hablando con su anestesista sobre la posibilidad de dormirle: de alguna manera, con esa delicadeza de conciencia, quería saber si podía pedir eso, o si quizá también era como tirar un poco la toalla. Como es evidente, el médico le trasmitió que en su situación era algo no sólo lícito sino necesario porque los dolores eran muy fuertes y cada vez iban a más. Con todo esto, cuando su médico le anunció que le iba a dormir, Álvaro le agarró la mano, le tiró hacia abajo con fuerza para que se agachara y con la poca voz que tenía le dijo, sonriendo: muchas gracias. Así, con un simple muchas gracias se despidió de él y de todos nosotros. Y con esa sonrisa, bajo la imagen de Nuestra Señora la Esperanza Macarena, a la que tanta devoción tenía, se durmió serenamente.
Familia Marín Porgueres al completoFamilia Marín Porgueres al completo

Aunque verle con esa sonrisa y esa serenidad nos había dejado a todos muy tranquilos, los días posteriores fueron un poco agobiantes. Es una mezcla de sentimiento difícil de explicar y de vivir. Por un lado estás contento de verle que descansa después de unos días en los que sufrió mucho; por otro lado estás esperando que se muera y eso, evidentemente, cuesta aceptarlo; a la vez, como van pasando las horas tienes momentos en los que te ríes, hablas con mucha gente, con la contradicción interna de tener a tu hermano en la cama del hospital, muriéndose. El lunes, 2 de abril, aniversario del fallecimiento de Juan Pablo II, se durmió definitivamente en el Señor, con su crucifijo en la mano y la estampa con reliquia de Juan Pablo II y don Álvaro que le habíamos puesto en la almohada.
Mi madre, su mujer y los demás hermanos estábamos todos en la habitación en ese momento. Es difícil explicar la serenidad que nos trasmitió su marcha al Cielo. Sí, estábamos con pena, lloramos, lloramos mucho, pero qué alegría; ahora sí podíamos decir con unas palabras que mi madre repetía mucho, ¡misión cumplida Álvaro! ¡¡Y qué bien la has cumplido!! Volvimos a darle todos un beso; lo acabábamos de hacer poco antes cuando veíamos que el momento era inminente; a todos nos salió decirle por lo bajo, como podíamos: ¡gracias!
Álvaro con sus padresÁlvaro con sus padres

Con mucha naturalidad fuimos recogiendo las cosas que tenía encima: el crucifijo, las estampas, un escapulario, una foto mía con él que había puesto en la cabecera de la cama… todo lo guardábamos como una auténtica reliquia. Toché y yo ayudamos a las enfermeras a limpiarle y amortajarle. Pocos días antes nos había dicho que quería que fuéramos nosotros quienes lo hiciéramos: pienso que tenía en la cabeza que sus dos hermanos sacerdotes hicieran de nuevo de mediadores y prepararan por última vez su cuerpo para el encuentro con Dios. El martes anterior ya Toché le ayudó a preparar su alma cuando Álvaro le pidió que le confesara; cosa que no sé cómo pudo hacerlo porque a mí me hubiera resultado muy difícil.
A medio día pudimos celebrar Toché y yo una Misa por Álvaro en el velatorio de la Clínica. Con su cuerpo presente, la familia y algunos amigos, médicos y enfermeras que pudieron acompañarnos en ese momento, celebramos, llorando pero alegres, la Misa. Y le volvimos a dar un beso en el rito de la paz, con gran satisfacción, orgullo, o llámalo como quieras.
María, Álvaro y Georgina (sus sobrinas)María, Álvaro y Georgina (sus sobrinas)

Durante esos días, y después en Valladolid, hubo mucha gente que nos contaba lo mucho que Álvaro les había ayudado. Con una conversación, con su alegría, con su deseo de ayudar y darse a los demás, con sus ganas de vivir cada día, disfrutar y aprovechar cada minuto que Dios le concedía, estuviera sano o enfermo, con su gran corazón que le llevaba a querer mucho y dejarse querer, disfrutando de ese cariño.
En este sentido, el martes por la mañana, cuando su médico le dijo que ya no se podía hacer más, quiso que le grabaran los de la televisión de la Clínica. Les había conocido unas semanas antes porque querían hacerle una entrevista, viendo que podía ser un testimonio que ayudara a otros muchos enfermos. El caso es que se quedó a solas con el cámara y comenzó a despedirse de cada uno de nosotros. Nos dice en unos pocos minutos, con una voz difícil pero con mucha serenidad, sin llorar, sin estar nervioso, derrochando paz, que estemos muy tranquilos, que esto es algo por lo que todos tenemos que pasar, que él está muy contento, que conforme más datos tiene de su situación más tranquilidad le da, que no lloremos –aunque siempre que vemos el vídeo ya estamos todos llorando- que va a ver a mi padre y que podrá, una vez más, agradecerle todo lo que ha hecho por él. Nos pide también que cuidemos de su mujer. A ella también le grabó unos minutos de vídeo.
ÁlvaroÁlvaro

En la Clínica, en Valladolid, en el tanatorio y el funeral, hemos visto muchas personas, gente sencilla, amigos de Álvaro: profesionales con los que había trabajado, clientes de la óptica, vecinos de la óptica, el frutero de al lado, unas señoras muy mayores que le conocían de ir a la tienda de al lado, su ortopeda… y así tantos que se han quedado impactados y agradecidos por haber podido compartir, aunque sea unos minutos con Álvaro.
Estos días como comprenderás tenemos en la cabeza todas estas experiencias, y los sentimientos son comunes. La vida de Álvaro ha sido tan fructífera, tal como hemos experimentado en estos días, porque ha sabido aceptar siempre la voluntad de Dios; no con resignación, sino con agradecimiento. Esa voluntad de Dios, a veces tan misteriosa, ha forjado una gran personalidad desde los 12 años que comenzó la enfermedad; una personalidad capaz de sacrificio, de entrega, de renuncia…. Capaz de valorar lo que realmente es importante en la vida: dar gracias a Dios por la vida que podemos vivir, estemos sanos o enfermos, dar gracias a Dios por las personas que nos quieren y nos cuidan, y aprender de Él a querer, a amar y servir a todas las personas.
Boda de Álvaro y María.Boda de Álvaro y María.

La enfermedad de Álvaro, 25 años que se dicen pronto, han valido la pena. Con él, hemos experimentado todos sus hermanos cuánto nos quieren nuestros padres: qué capacidad de sacrificio, de entrega, de amar. La enfermedad de Álvaro nos ha llevado a estar, si cabe, más unidos que nunca, unido en Álvaro que ha sido siempre el centro de nuestros desvelos, oraciones, tiempo y dedicación. ¿Vale la pena? Claro que sí; qué mas da el tiempo que no hemos podido dedicar a tantas actividades buenas, a cultivar nuestras aficiones, a hacer nuestros planes; en mi casa nunca se ha oído hablar de lo que queremos, nos gusta, nos apetece; en mi casa siempre se ha hablado de: “Álvaro, ¿qué necesitas?”. Y eso es lo que ha hecho, con la gracia de Dios, que cada uno de los hermanos estemos donde estamos, y como estamos.
Es evidente que después de tanto esfuerzo y dedicación termináramos todos muy cansados. Es evidente que por la fuerza ahora estamos más descansados; ya no tenemos que invertir tanto tiempo en Álvaro; pero para mí y para todos mis hermanos y mi madre, eso no es un privilegio porque nosotros, si pudiéramos, seguiríamos dándonos a Álvaro otros 25 años más.
Álvaro y su familia con el Prelado del Opus Dei, en OviedoÁlvaro y su familia con el Prelado del Opus Dei, en Oviedo

Yo ahora cuento con Álvaro para que nos ayude a todos a seguir su mismo camino. Un camino de entrega sacrificada, que es la única entrega cierta, a la voluntad de Dios. Que aprendamos todos que la renuncia a nuestros planes, gustos, aficiones, por Dios y los demás no es algo amargo. Se sufre, se llora, se padece, pero es lo que nos consigue la verdadera paz, serenidad, alegría y satisfacción. Todo lo demás es pasajero. Álvaro con su muerte perdió todas las cosas materiales y ambiciones humanas que pudiera tener. Pero se llevó, y eso es lo importante, un gran corazón que supo amar, sufrir, darse; un corazón a la medida del corazón de Jesús, que le permitió ir a su encuentro con alegría. Yo, como he repetido a algunos amigos estos días, yo quisiera morir como mi hermano, porque esa es la muerte que da vida, que está llena de fe, esperanza y caridad.
Álvaro con su madreÁlvaro con su madre

Además de renovar el propósito de buscar siempre y en todo la entrega a la voluntad de Dios, Álvaro nos ayuda a reafirmarnos en el convencimiento del tesoro incalculable que supone cuidar a un enfermo. En las últimas semanas habíamos leído mucho una oración de la Beata Teresa de Calcuta, con la que termino esta carta, y que son como el resumen de la vida de Álvaro, y de lo que mis padres y los hermanos hemos aprendido en todo este tiempo y procurado vivir:
¡Oh Jesús que sufres! Haz que hoy, y cada día, sepa yo verte en la persona tus enfermos, y que ofreciéndole mis cuidados, te sirva a Ti. Que sepa reconocerte y decir: Jesús que sufres, cuan dulce es servirte. Dame Señor esta visión de fe y mi trabajo jamás será monótono. Querido enfermo, me resultas aún más querido porque representas a Cristo. Qué privilegio se me concede al poder ocuparme de Ti! Oh Dios! Puesto que Tú eres Jesús que sufre, dígnate ser para mí también un Jesús paciente, indulgente hacia mis faltas, que no mira más que mis intenciones que son de amarte y de servirte en las personas de cada uno de tus hijos que sufren. Señor, auméntame la fe. Bendice mis esfuerzos y mi trabajo, ahora y siempre.

Fuente: http://opusdei.es/es-es/article/historia-de-una-sonrisa/

lunes, 1 de febrero de 2016

"El ser humano está hecho para la fidelidad según estudio científico"


Leyendo un reciente boletín del Observatorio de Bioética de la Universidad Católica de Valencia me encuentro con una interesante reseña acerca de un estudio que apunta a que la naturaleza humana estaría condicionada a la fidelidad conyugal. Obviamente esto "ya lo sabía" pero no que también haya estudios científicos, concretamente neurológicos, no hacen sino alegrarse por estos descubrimientos humanos en un tiempo en que vale la pena redescubrir estas cosas. La nota es ésta:

***

Las investigaciones en el campo de la neurología han tenido en las últimas décadas un gran desarrollo. El estudio del cerebro y su actividad están siendo objeto de nuevos descubrimientos que ayudan a explicar el comportamiento humano.

Un tema que ha despertado interés, es el reducido número de mamíferos que son monógamos.

Los investigadores, de la Bonn University Medical Center en Alemania, en un artículo publicado en PNAS (November 25, 2013, dol:10.1073/pnas.1314190110), se apresuran a señalar que la monogamia no está muy extendida en los mamíferos pero que los seres humanos con frecuencia presentan este rasgo.
Ahora, el Dr. René Hurlemann , médico jefe ejecutivo del Centro Médico de la Universidad de Bonn , señala que “un papel importante en la unión de la pareja se debe a la hormona oxitocina , que es secretada en el cerebro. ”

Para investigar los efectos de esta hormona más de cerca , el Dr. Hurlemann y su equipo, en colaboración con investigadores de la Universidad Ruhr de Bochum, en Alemania y en la Universidad de Chengdu, en China, mostraron las fotos de sus respectivas parejas a 40 hombres heterosexuales que tenía una relación estable.

Al mismo tiempo, se les administró a unos una dosis de oxitocina y a otros placebo, a través de un aerosol nasal.

A su vez, los investigadores analizaron la actividad cerebral de los participantes con la tomografía de resonancia magnética funcional.

El autor principal, Dirk Scheele dice que cuando los sujetos “recibieron oxitocina en lugar del placebo, las regiones del cerebro donde piensan se localizan el sistema del placer y el deseo, se activaron considerablemente al ver la foto de su pareja, a la vez que la percibían más atractiva que otras fotos de mujeres mostradas, para un tercero tan atractivas como la de la pareja.

En pruebas posteriores, los científicos analizaron si la oxitocina tiene un efecto similar cuando los sujetos miraban fotos de conocidas y compañeras de trabajo, con el fin de determinar si la familiaridad aumenta la activación del sistema del placer y el deseo a la luz de la oxitocina, el resultado fue negativo. En otras palabras, la familiaridad no es suficiente para impulsar el efecto de unión de la oxitocina. Deben ser parejas estables de enamorados.

El Dr. Hurlemann añade: “Esto también podría explicar por qué la depresión de la gente cae ante el luto o después de una separación: por la falta de secreción de oxitocina, con lo que le faltaría estimulación al sistema del placer y el deseo del cerebro.”

Nos parece que el experimento indica como la naturaleza humana está condicionada para que el hombre que opte por fidelidad conyugal pueda vivirla con mayor alegría y plenamente. (“Oxytocin: the monogamy hormone?” 26/11/2013 Medical News Today).

Fuente: http://actualidadyanalisis.blogspot.pe/2014/01/el-ser-humano-esta-hecho-para-la.html 

sábado, 11 de julio de 2015

“Vivir con miedos te impide hacer muchas cosas en la vida”

“Vivir con miedos te impide hacer muchas cosas en la vida”

“Los dos teníamos nuestra vida profesional y personal en Madrid y aunque estábamos abiertos a un cambio de residencia, nunca nos hubiéramos imaginado que terminaríamos en Congo con nuestro hijo, trabajando juntos y en un hospital; esto sólo estaba en los planes de Dios”. Así comienza la historia de ​Álvaro Perlado y Mayte Ordovás, casados y con un hijo de año y medio. Farmacéuticos madrileños residentes en Congo.
Opus Dei - “Vivir con miedos te impide hacer muchas cosas en la vida”Álvaro y Mayte son farmacéuticos. Él trabajaba en una multinacional en consultoría y ella en una oficina de farmacia. Desde hace unos meses trabajan en el Hospital Monkole, en Congo.
Álvaro y Mayte son farmacéuticos. Él trabajaba en una multinacional en consultoría y ella en una oficina de farmacia. Están casados desde hace tres años y tienen al pequeño Álvaro, de 19 meses. Son supernumerarios del Opus Dei. Ésta no es la historia de una huida de la crisis económica sino una carrera directa a ella. 
El hospital Monkole, obra corporativa del Opus Dei, lleva 24 años en funcionamiento, pero está en plena ampliación; por eso, sus responsables buscaban a alguien de fuera del país para ocupar el puesto de director general adjunto. “Pensaron que mi perfil podría encajar –explica Álvaro–; además, querían cubrir un nuevo puesto en el servicio de farmacia y Mayte era la persona idónea”.
"En Monkole hay muy buen ambiente de trabajo, un equipo muy bien formado y todo el mundo se conoce. ¡Somos una gran familia de 350 personas!”"En Monkole hay muy buen ambiente de trabajo, un equipo muy bien formado y todo el mundo se conoce. ¡Somos una gran familia de 350 personas!”
“Lo primero que se te viene a la cabeza cuando te plantean algo así y tienes un niño pequeño es cambio, enfermedad, pobreza absoluta, subdesarrollo y caos –añade Mayte. Lo segundo, que como fieles de la Obra tenemos la responsabilidad de colaborar junto a otros que están allí. Nos daba respeto el tema de las enfermedades tropicales pero, como todo en la vida depende de los planes de Dios, decidimos abandonarnos en Él y tener prudencia para evitarlas. Vivir con miedos te impide hacer muchas cosas en la vida. Somos jóvenes, nuestro hijo todavía no tiene edad escolar y pensamos que nos podríamos adaptar a las diferencias del país. Así que dijimos: Dios sabe más. Nos vamos.”
Álvaro lleva aquí nueve meses y su hijo y Mayte, cinco. Él vino antes porque urgía cubrir su puesto en el hospital y Mayte tuvo que esperar con el niño, en Madrid, a que cumpliera doce meses para vacunarlo de la fiebre amarilla y tomar la medicación profiláctica contra la malaria. En marzo del año pasado vinieron a conocer la ciudad y el hospital. “La verdad es que si hubiéramos estado solos nos habríamos lanzado desde el primer momento pero con un bebé de meses, lo más prudente era tomar una decisión ‘in situ’. Yo vine un poco reacia, pero cuando conocimos a los congoleños, la labor que se hace en Monkole y todas las iniciativas de la Obra en el país, nos dimos cuenta de que este era ‘nuestro sitio”.
Monkole, un hospital para todos
Álvaro y Mayte sabían que Monkole era una iniciativa impulsada por el beato Álvaro del Portillo, que empezó con dos camas en 1991 y hoy es un hospital de referencia de una zona de salud de 350.000 habitantes, que recibe más de 80.000 visitas al año. En Madrid existe la asociación “Amigos de Monkole” que organiza eventos solidarios para recaudar fondos destinados a proyectos del hospital.
Ellos asistieron en varias ocasiones sin sospechar que sería su futuro destino. Su filosofía -ofrecer al paciente una asistencia sanitaria basada en el respeto de la dignidad de la persona humana, sea cual sea su condición social y económica- es lo que más les atrajo. “Además en Monkole hay muy buen ambiente de trabajo, un equipo muy bien formado y todo el mundo se conoce. ¡Somos una gran familia de 350 personas!”, cuenta Mayte.
“La gente en Congo más que vivir, sobrevive –resume Álvaro. Muchos habitan en casas sin terminar de construir, sin agua, sin luz, con varias familias juntas y rodeadas de basura porque aquí el servicio de recogida no existe; cada uno debe quemarla y no todo el mundo lo hace.
“Pensaron que mi perfil podría encajar –explica Álvaro–; además, querían cubrir un nuevo puesto en el servicio de farmacia y Mayte era la persona idónea”.“Pensaron que mi perfil podría encajar –explica Álvaro–; además, querían cubrir un nuevo puesto en el servicio de farmacia y Mayte era la persona idónea”.
"El problema principal es la pobreza, y debido a ella hay mucha enfermedad. La vida es muy dura. Las tasas de paro son elevadas, en República Democrática del Congo más de un 80%; las infraestructuras, muy precarias; el acceso a agua potable, difícil, y la red eléctrica, un desastre. Los sistemas políticos no están definidos y la corrupción campa por doquier. En mi opinión, la clave del autodesarrollo se encuentra en la educación. África tiene un gran futuro por delante porque prácticamente está todo por hacer, pero necesita un fuerte trabajo de base de las nuevas generaciones”.
“Respecto a las enfermedades y brotes epidémicos –continúa-, el Congo es el país donde se detectó el primer brote de ébola, y un artículo reciente que leíamos hace unos meses indicaba Kinshasa como la cuna que vio nacer el VIH. En la capital no ha habido casos de ébola en la última epidemia de África Occidental, pero las tasas de infección del VIH son muy elevadas (5%). En Monkole tenemos una unidad de tratamiento de pacientes infecciosos –principalmente VIH y tuberculosis- donde atendemos un gran número de casos gracias a la ayuda de colaboradores extranjeros. Los tratamientos antirretrovirales son muy caros y los pacientes no pueden costeárselos”.
Opus Dei de aquí y Opus Dei de allí
“Cuando ves la gran labor hecha -un gran hospital, escuelas de formación de enfermeras, centros de formación de agricultores, centros de investigación bio-sanitaria, centros culturales, clubes juveniles- y la dificultad de poner las cosas en marcha, te das cuenta que todo esto sale adelante porque Dios quiere, con el trabajo de gente alegre y tenaz, como el Abbé Hervás y el doctor Juan Bautista Juste, que fueron los que empezaron el trabajo de la Obra en la República Democrática del Congo en 1982. La ayuda que se presta aquí es sobre todo espiritual. La falta de medios, la extrema pobreza y la enfermedad crean vacío y necesidad de Dios. Lo más importante es quererles y acompañarles ante las dificultades”.
En el campo socio-sanitario, la Iglesia ha hecho grandes aportaciones con la vida entregada de misioneras y misioneros que han pasado guerras, persecuciones y hambrunas y siguen en pie acogiendo en sus centros a la población. Estas acciones son muy valoradas por los africanos. La labor del Opus Dei allí procura sumar al conjunto.
Álvaro y Mayte se han sentido en casa desde el primer momento. El pequeño Álvaro se ha convertido pronto en el ‘petit mundele’Álvaro y Mayte se han sentido en casa desde el primer momento. El pequeño Álvaro se ha convertido pronto en el ‘petit mundele’
“Mi experiencia –asegura Mayte- es que la Obra es exactamente igual aquí que en España. El espíritu y los medios de formación son los mismos. En Congo les atrae muchísimo el espíritu de la Obra, porque ven alegría, unión, cuidado de las cosas, etc. Un día, un paciente nos contó que cuando pasó por el edificio de Monkole pensó ‘este hospital es de ricos’ y cuando vio que entraban indigentes y se informó de la atención que ofrecía se quedó entusiasmado. No están acostumbrados a ver un edificio limpio donde la gente es amable y acogedora, piensan que no tienen derecho a esto. Hay que explicarles que Monkole es para todos. Además, le tienen mucha devoción al beato Álvaro del Portillo porque saben que hizo mucho por África y le están muy agradecidos. A su beatificación acudió un grupo muy numeroso a pesar de las dificultades para financiarlo”.
La clave del progreso no es imponer, tutelar ni sustituir, sino ayudar a los africanos a sacar adelante su sociedad. “Se necesitan personas perseverantes que sepan mantener lo creado por ellos mismos. Con esta idea, varias personas de la Obra de Kinshasa han puesto en marcha desde hace unos años un par de colegios de educación primaria y desde hace más años, las mujeres han ido desarrollado centros de formación para la mujer africana: un centro de formación de enfermeras, el ISSI, y un centro de formación en hostelería, Liceo de Kimbondo, etc.”, concluye.
África te cambia la percepción de todo
Álvaro y Mayte se han sentido en casa desde el primer momento. El pequeño Álvaro se ha convertido pronto en el ‘petit mundele’ y todos quieren jugar con él. “Vivimos en unos estudios que se hicieron para acoger a los extranjeros que trabajaron en la construcción del nuevo hospital. Está a una distancia de 100 metros de Monkole, lo cual facilita mucho los tiempos de la familia”, dice Álvaro.
Y Mayte añade: “Cuando llegamos por primera vez a la casa nos lo encontramos todo decorado con mucho gusto: la pintura, los cuadros, las cortinas, las camas con las mosquiteras… Las mujeres de la Obra de aquí se encargaron de prepararla durante las Navidades para nuestra llegada, que fue el 10 de enero. Me quedé muy impresionada del cariño que habían puesto en este trabajo sin conocernos”.
"Hemos aprendido a disfrutar cada momento y tenemos más tiempo para dedicarlo a la familia y a nuestros nuevos amigos congoleños""Hemos aprendido a disfrutar cada momento y tenemos más tiempo para dedicarlo a la familia y a nuestros nuevos amigos congoleños"
“Nuestro recibimiento fue excepcional. La gente del hospital, de la Obra, del barrio, todo el mundo sabía de nuestra llegada y nos sentimos muy arropados”.
El problema fue la acogida por parte del país. A los siete días de llegar hubo un conflicto político que impidió que salieran de casa en una semana. Desde la Embajada de España les llamaron diciendo que el plan de evacuación estaba preparado para ponerlo en marcha y les dieron instrucciones de comportamiento para los siguientes días. “Hicimos caso y entre la gente del hospital y los demás de la Obra que viven en nuestro barrio, conseguimos abastecernos de comida y agua para esos días. Gracias a este inesperado episodio nuestra adaptación ha sido muy rápida”.
“Los congoleños son alegres, sencillos, familiares y acogedores. En Europa nos creamos muchas necesidades y vivimos en una continua proyección hacia el futuro, todo está medido y planificado. Aquí aprendes a vivir al día y hasta una simple barra de pan te hace feliz. África te cambia la percepción de todo. Hemos aprendido a disfrutar cada momento y tenemos más tiempo para dedicarlo a la familia y a nuestros nuevos amigos congoleños”.
Enseñar y acompañar, claves de desarrollo
Después del tiempo vivido en el Congo, Álvaro y Mayte se han dado cuenta de que la ayuda que tienen que proporcionar los países desarrollados a África es transmitirles su experiencia y acompañarles en el desarrollo de sus países. “Es importante hacer hincapié en la acción de acompañamiento porque muchas veces el hombre de Occidente viene, ejecuta, hace caja y se va, y eso significa dejar un arma de doble filo a alguien que no sabe cómo utilizarla”, explica Álvaro. “Si queremos que nuestra ayuda sea eficaz, tenemos que comprometernos con proyectos cuyo objetivo esté orientado al desarrollo de la población africana. En Monkole tenemos la suerte de contar con algunos socios de Occidente que han creído en nuestro proyecto y gracias a su interés y perseverancia podemos ir sacando las cosas adelante”.
Y aunque todavía quede mucho tiempo para volver, los dos anticipan su legado y su consejo para todo tipo de espíritus: “A los jóvenes con inquietud por ayudar les diríamos que busquen actividades en su día a día con las que puedan dar un mejor servicio a los que están a su alrededor. Si quieren involucrarse en proyectos de cooperación, que no duden en hacerlo y que se comprometan y sean pacientes y perseverantes. A la gente acomodada, que no tenga miedo de salir de su área de confort, que fuera de ella hay mucha gente que les necesita; que no tengan miedo de dar un giro a sus carreras y dedicarse a facilitar a otras personas mejores condiciones de vida aunque las condiciones materiales no sean las esperadas. Y a los que viven en una profunda crisis, que las penas son pasajeras y que Dios siempre sabe más. A todos les diríamos que lo único verdaderamente importante en la vida son las personas: quererlas, respetarlas y conseguir que se vayan al Cielo contigo”.
Para la familia Perlado Ordovás habrá un antes y un después de Congo. “En la película francesa Bienvenidos al norte, -concluye Mayte- se dice que cuando un forastero llega a la región de Norte-Paso de Calais llora dos veces: cuando llega y cuando se va. Esto es lo que pensamos que pasará con nosotros. Al principio nos costó mucho soltar amarras de Madrid pero cuando tengamos que volver será duro dejar África, sobre todo su gente. El paisaje no es lo que te atrae de África como pensamos por las películas. De hecho, Kinshasa es la ciudad con menos encanto que hemos conocido. Lo que te atrapa aquí son las personas”.
Fuente: http://opusdei.es/es-es/article/hospital-monkole-matrimonio/?utm_content=buffer70bc9&utm_medium=social&utm_source=facebook.com&utm_campaign=buffer